Hace unos años, me llegó una notificación de Correos de Chile. Decía que había llegado una encomienda y tenía que ir a buscarla personalmente. Partí altiro, el paso cada vez más rápido, pensando ¿que podía ser tan importante que lo mandaran con notificación? Durante las 3 cuadras que existían de mi casa al correo más cercano, trataba de adivinar la procedencia, el remitente. No conocía mucha gente afuera del país, y los que conocía me mandaban cosas por carta a mi casa. Empecé a descartar personas. Y cada vez más cerca del Correo…empecé a elaborar hipótesis, a imaginar que vendría dentro del paquete, de que tamaño sería, y luego esfuerzos por buscar una pista…en la expectativa de la noticia traté de recordar si había participado en algún concurso recientemente: “Felicidades, ud. ganó el primer lugar en el concurso Maggi y le estamos enviando un completo juego de ollas”. La idea era fome, pero con la emoción implícita de haberse ganado el primer lugar en algo. Pero lamentablemente nunca participo en los concursos asi que dudosamente podía estar recibiendo un premio. Pensé en mi familia italiana pero tampoco encontré una respuesta convincente, los paquetes los traen ellos mismos cuando vienen, y eso sería pronto.
Me gustó la idea de un admirador secreto. “Su paquete viene sin remitente señorita…” Y adentro de la encomienda, la típica caja de chocolates siempre bien recibida. Y luego alguna llamada de número no identificado y una voz diciendo “Te gustó lo que te mandé? Te veo todos los días cuando caminas al trabajo, y…y…” Bah. Mucho Hollywood y mucho surrealismo. Cada vez más cerca del Correo…. y la adrenalina de a poco había ido subiendo al compás de pensamientos totalmente sin sentido, pero que me habían dado un regalo…si! ese era el verdadero regalo… más allá del contenido, era el hecho de… de poder imaginar!
Casi choqué con la puerta del Correo, entré de un portazo, y antes de que el recepcionista alcanzara a decir “Buenas Tar…” me abalancé con mi papeleta estirada. A mis ojos, saltó a la vista un enorme paquete azul con una cinta dorada, rodeado de pequeños paquetes blancos o cafés sin ninguna importancia. El tipo miraba los códigos y yo sólo pensando: “el azul…escoge el paquete azul!!!” Dio varias vueltas, revisó nuevamente la papeleta y finalmente tomó en sus manos el codiciado paquete azul. A pesar de que no pude abrirlo ahí mismo porque no había donde apoyarse, encontré las conocidas letras de mi tía italiana, y más tarde un bolso precioso con un recontrarequeteatrasadísimo saludo de cumpleaños. Pero yo todavía estaba emocionada. Un simple papel me hizo correr durante 3 cuadras y sobre todo: imaginar y creer. Porque es finalmente el punto de toda esta larga historia: ¿Cuál es el verdadero valor de un regalo? ¿Su contenido, su intención? ¿El contexto en el que llega, la persona que lo envía, el mensaje que transmite? Tal vez una mezcla de todas las anteriores. Para mí la clave es involucrar todas esas variables al momento de crear algo verdaderamente inolvidable, porque 13 años después del episodio que relaté, todavía puedo recordar las emociones que viví durante esos momentos de espera. Y para ti, ¿Cuál ha sido el mejor regalo qué te han hecho?